El nuncio apostólico Antonio Franco, el patriarca latino de Jerusalén monseñor Fouad Twal, el patriarca emérito Michel Sabbah, el custodio de Tierra Santa Pierbattista Pizzaballa, el ministro general de los capuchinos Mauro Jöhri y el obispo de la diócesis italiana de Bérgamo monseñor Francis Beschi asistieron a la inauguración, el pasado 28 de septiembre.
La nueva casa no es un centro de peregrinación, sino más bien un lugar para los frailes capuchinos que estudian en institutos bíblicos o siguen otros cursos en Jerusalén y para grupos o personas que están realizando allí una estancia de formación espiritual.
Yo soy la luz del mundo ofrece asistencia espiritual a sacerdotes, religiosos, catequistas y agentes de pastoral que están asistiendo a seminarios o cursos especializados.
En el jardín de la casa se han plantado diez olivos como reconocimiento y gratitud a todos los que han trabajado con dedicación, compromiso y pasión para crear el nuevo centro.
La historia de la casa se remonta al año 1930, cuando los frailes capuchinos, animados por la invitación del entonces patriarca arzobispo Luigi Barlassina decidieron construir un convento en el área judía de Jerusalén.
La idea es que sirviera como lugar de acogida para los hermanos que visitaban la ciudad y para jóvenes que estaban realizando estudios bíblicos u otro tipo de formación.
Pero el proyecto no se llegó a realizar porque los capuchinos tuvieron que abandonar Jerusalén durante la Segunda Guerra Mundial. El Estado utilizó después parte de esa propiedad para un hospital psiquiátrico.
Sin embargo, el viejo proyecto revivió en la década de los noventa y pudo completarse gracias a la significativa colaboración de un arquitecto de Bérgamo para la renovación del edificio, así como a los incansables esfuerzos de los frailes capuchinos y al apoyo de innumerables benefactores
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