lunes, 31 de enero de 2011

CARMEN GARCÍA MOYON, MUJER DE FUERTE INQUIETUD APOSTÓLICA


Carmen nació en el seno de una familia muy cristiana y comprometida con su fe. Ya desde pequeña, por tanto, aprendió a expresar ese compromiso que brota de la fe en el apostolado. Lo vio en sus padres, personas íntegras que se manifestaban clara y ardientemente como católicos, con todo lo que ello significa. Ya adulta, como persona convencida de su fe y consciente de que esa fe comporta un compromiso real y efectivo, organizó toda su vida en función del servicio al Señor y de los demás.

Era consciente de que el primer apostolado debía brotar del testimonio, de la coherencia de una vida de fe y de entrega al Señor y a su causa. Por eso se implicó fuertemente en un discernimiento de la voluntad del Señor sobre ella. ¿Dónde me quiere el Señor? ¿Dónde podré servirle más y mejor según las cualidades que me ha dado? Estas preguntas le llevaron a una búsqueda vocacional que se concretó primero en una opción por la vida consagrada en una congregación religiosa, las Hnas. Terciarias Capuchinas. Pero, en un discernimiento permanente de la voluntad del Señor, comprendió que era en una opción laical donde podría encauzar mejor sus inquietudes apostólicas.

Lejos de limitar su entrega, esta opción laical le situó más en la realidad cotidiana de la gente y de sus necesidades. Como no llegó a casarse, tenía todo el tiempo disponible para el Señor y, desde Él, para el servicio a los demás. Su vida se hizo un apostolado permanente.
Eso sí, no vivió sola ni de forma privada su dimensión apostólica. Se unió a una asociación católica, la Pía unión de S. Antonio de Padua, que los religiosos Amigonianos animaban en su convento de Torrent, Valencia. Manifestó así bien claramente que el apostolado brota de la vida fraterna, se manifiesta la fe desde la comunidad, y para formar comunidad. Importante en su apostolado fue el compromiso por fortalecer esa Pía unión como instrumento para que muchos llegaran a vivir la fe. Y fue en ella la fundadora de la rama femenina como una de las mujeres más comprometidas.

El ímpetu apostólico que sentía lo concretó en distintas actividades. Primeramente su colaboración con la parroquia en donde apoyaba de distintas formas a los sacerdotes, contribuía a animar y dignificar la liturgia, transmitía la fe que había recibido en la catequesis, actividad en la que destacó notablemente. Sentía especial predilección por ayudar a niños y jóvenes, no en vano son los predilectos de la acción amigoniana, y pensó que no podía darles nada mejor que la fe como fundamento sólido para sus vidas todavía en crecimiento.

Pero también desarrolló su apostolado en el ámbito social y civil. Hoy podríamos decir que fue una gran voluntaria que entregó su tiempo y sus capacidades en distintas tareas sociales de ayuda a los demás y de mejora de la convivencia en general. Como tenía la habilidad de la costura, por su taller pasaron muchas jóvenes que encontraron en ella un testimonio de vida para ser personas y creyentes y una habilidad para ser útiles a los demás e insertarse como adultas en la sociedad.

Era tal su ardor apostólico que, poco antes de empezar en España la guerra civil, cuando ya los comunistas daban los primeros signos de amenaza del convento Amigoniano, sin calcular riesgos ser manifestó con otras mujeres en repudio de tales actitudes y en defensa de la Iglesia. No dudaba tampoco en aconsejar la vivencia de los sacramentos aunque era peligroso en la situación de persecución que se vivía. Precisamente fue el consejo a unos novios de de esperar al final de la guerra para casarse por la Iglesia lo que, denunciada, precipitó su martirio. Y murió, en consecuencia con todo lo vivido, anunciando al Señor hasta su último aliento, antes de perecer quemada.

Vivimos hoy tiempos difíciles, en un ambiente de fuerte secularización. Es necesario que todos los creyentes tomemos conciencia de la necesidad de ser misioneros y apóstoles en la realidad que nos toca vivir como hizo la Beata Carmen García. Que la celebración de su fiesta nos haga tomar conciencia de ello como Familia Amigoniana y empeñarnos en hacer presente al Señor en todos los ambientes, en especial en aquellos más alejados de Él, con los niños y jóvenes en dificultad y sus familias. Nos encomendamos para ello a la intercesión constante de nuestra Patrona.



Fr. Bartolomé Buigues Oller T.C.
Animador General de Laicos Amigonianos

No hay comentarios:

Publicar un comentario