Las Clarisas Capuchinas elaboran diversos postres estas fiestas.
ÁNGEL HUGUET
La repostería de los conventos de clausura depara sorpresas con "Dulce Nombre", titular del convento de las Clarisas Capuchinas construido entre 1728 y 1737 en el barrio del Entremuro de Barbastro. Allí se han adaptado dos estancias para el obrador en el que diez hermanas dedican parte de la jornada a la elaboración de productos "con amor y mucho mimo". Así se suman a las órdenes religiosas que han incorporado la tradición de la repostería con postres de elaboración propia, basados en recetarios tradicionales.
Los sabores de la Navidad están presentes en estas fechas, apropiadas para aumentar la oferta anual con postres y dulces que "saben a gloria" y son "pecados dulces" para los consumidores. La repostería elaborada por las Capuchinas hace la boca agua y promete el cielo para los paladares amantes de estos productos.
La madre abadesa, Isabel Abadía, lleva 51 años en la casa y explica que optaron por la repostería hace tres años. "En muchos conventos de clausura hacen postres similares y cada vez hay que vivir más del trabajo propio, así que pensamos en este obrador. Y la hermana Paulina, como tiene práctica, empujó a las demás". Las ayudas de Comarca y Ceder Somontano fueron decisivas para sacar adelante la iniciativa.
La elaboración de postres complementa las tareas tradicionales de bordados y similares, que sustentaron la economía del convento durante años. Pero ahora, "cada vez hay menos encargos porque no rinde para nosotras cobrar lo que vale ni para la gente pagarlo". Se acomodan a los tiempos y no se realizan algunas tareas que se hicieron durante años, entre ellas las obleas.
El aumento del consumo de postres en Navidad ha supuesto el incremento de productos y las delicias reposteras son diversas. "Glorias, princesitas, damianitas, figuritas de mazapán, bombones, magdalenas, roscos de yema y anguilas de mazapán con yema" entre otras variedades. Las labores están a cargo de las hermanas Paulina, Petronila, Lilián, María, Florence, Jacinta, Anna, Elizabeth, Josefina y Emmanuela. "Todas son procedentes de Kenia, se han adecuado bien, aprenden con facilidad y son el futuro de la casa", explica. Las recetas proceden de un convento de Zafra, porque "el intercambio es normal entre hermanas. Y también hay recetas de Kenia".
A diario, trabajan cuatro horas en turnos de mañana. "Repartimos las tareas del convento porque el fin primordial no es la repostería. Hasta ahora, le gusta a la gente, pero son para la venta, nosotras no los probamos salvo en ocasiones concretas". Las pastas son excepcionales y a los ingredientes de calidad hay que sumarles el tratamiento artesanal y el mimo de los detalles, propio del "mucho amor" que se añade en la elaboración.
En cuanto a la venta, va por rachas. "Pascua y verano son las mejores, y después cuesta más. En la Navidad se nota mucho el aumento respecto al resto del año". Las Capuchinas distribuyen sus productos en el convento, además de otros lugares. "Llevamos a la tienda de alimentación Pueyo, en plaza del Mercado en Barbastro, y también pequeñas partidas en Aínsa y Benasque". Los precios son asequibles, con una bandeja de postres surtidos a 8,90 euros y la pequeña a 4,50 euros, la bolsa con doce magdalenas y roscos de yema a 5 euros, las princesitas a 6,50 euros, la anguila grande a 19,50 euros y la pequeña a 10.
Con todo, la madre Isabel es consciente de que aún queda trabajo por hacer. "No nos conocen mucho porque llevamos poco tiempo y tampoco tenemos experiencia en labores de promoción. Los productos son exquisitos y se hacen en función de la demanda". Y en clave religiosa, añade: "Todo es conveniente, rezar es nuestra vocación, trabajar es vocación y obligación para vivir. Las cuatro hermanas mayores colaboran en otras tareas diferentes". Al final, Dios proveerá… "Dios nos cuida".
Fuente: Diario Alto Aragón.
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