lunes, 18 de octubre de 2010

Canonización de la Santa Camila Battista Varano, Hermana Clarisa


Este Domingo 17 de octubre 2010, el Papa Benedicto XVI elevó a la santidad a Camilla Battista da Varano, OSC, durante una misa solemne celebrara en la Plaza de San Pedro en el Vaticano.

La Beata BAUTISTA CAMILA nació en Camerino el 9 de abril de 1458, hija del Príncipe Julio César de Varano y de la señora Cecchina del maestro Giacomo. Si bien nacida fuera de matrimonio, la niña creció en el palacio paterno, donde recibió una adecuada instrucción en artes y letras bajo el cuidado de doña Juana Malatesta, esposa del príncipe...

Alrededor de los 8 ó 10 años, después de haber escuchado una exhortación del predicador Fr. Domingo de Leonessa, hizo voto de meditar cada viernes la Pasión del Señor y derramar, al menos, una lágrima. Este simple compromiso, abrazado con infantil entusiasmo y observado con una constante fidelidad también cuando costaba sacrificios, le abrió los insondables horizontes de la gracia y la condujo a una intensa vida espiritual. Ella misma escribió: Por virtud del Espíritu Santo, aquella santa palabra quedó impresa de tal manera en mi tierno e infantil corazón que jamás salió del corazón ni de la memoria. Algunos años después, otro franciscano, Fr. Pacífico de Urbino, animó a Camila para perseverar en el voto hecho.


De los 18 a los 21 años transcurre un trienio de íntimas luchas espirituales, atraída de las realidades del mundo, pero sin jamás renunciar a su Señor sufriente de amor por el cual comenzó a practicar una austera ascesis. Comentando este tiempo de su vida interior, habría después escrito con convicción: ¡Bienaventurada aquella creatura que por ninguna tentación deja el bien comenzado!

La Cuaresma de 1479, en la iglesia de San Pedro en Muralto, por la predicación de Fr. Francisco de Urbino, la vigilia de la fiesta de la Anunciación, obtiene la luz interior para comprender el don inestimable de la virginidad consagrada; en la Octava de Pascua, después de la confesión general hecha a Fr. Oliviero de Urbino, obtuvo el don de una profunda purificación.


Así preparada para ser toda de Cristo, vencida la resistencia paterna por dos años, el 14 de noviembre de 1481 ingresó en el monasterio de las Clarisas de Urbino tomando el nombre de Sor Bautista, usual en aquel tiempo también para una mujer. Hacia finales del 1483 emitió la profesión religiosa. Los primeros días de enero de 1484 regresaba a Camerino con ocho compañeras que, el domingo 4 de enero, comenzaron formalmente la nueva comunidad de Hermanas Pobres de Santa Clara en el monasterio que su padre había adquirido para ella de los monjes olivetanos.

A los dones extraordinarios del Divino Esposo, presentados en su autobiografía, se siguieron: iluminaciones interiores, palabras fervorosas, éxtasis, visiones de ángeles y santos; pero, sobretodo, se le concedió el insaciable deseo de participar de los dolores interiores que el Redentor había probado en su pasión. Alimentando dia riamente su meditación en la sagrada Escritura y la liturgia, viviendo constantemente en la presencia de Dios, como atestigua su padre espiritual Antonio de Segovia, olivetano, la Beata escribió durante varios años diversos textos de literatura mística que, por su altura fueron apreciados por insignes eclesiásticos y santos como San Felipe Neri.



A la edad de 35 años, fue elegida por primera vez abadesa, servicio en el que fue confirmada en repetidas ocasiones. Llegó también para la Beata el tiempo de la prueba. La primera fue la aridez del alma, que duró cinco años, de 1488 a 1493, en la que experimentó el silencio de Aquel que era el único motivo de su vida. El eco de este tormento espiritual está ampliamente contenido en la carta autobiográfica conocida como «Vida espiritual». La segunda prueba le hirió en sus sentimientos, primero, por la excomunión de parte del Papa Alejandro VI en el enfrentamiento con su padre, por no acceder a la limitación que quería imponerse al señorío de Camerino; después, por la prisión de su padre y de tres hermanos por parte de César Borgia, que, por fin, los hizo masacrar el 9 de octubre de 1502. En tan trágica circunstancia, Camila Bautista había buscado en vano refugio en la ciudad de Fermo, encontrando después asilo en Atri, en el reino de Nápoles, con Isabel Piccolomini Todeschini, esposa de Mateo de Aguaviva de Aragón. Tras la muerte de Alejandro VI, el 18 de agosto de 1503, la Beata regresó a Camerino, donde el más pequeño de sus hermanos, Juan María, había podido re construir el señorío de los De Varano. El 28 de enero de 1505, el Papa Julio II la envió a formar una nueva comunidad de clarisas en Fermo, donde permaneció dos años; formó también la nueva comunidad de clarisas de San Severino de las Marcas en los años 1521-22. Su espíritu de caridad la hizo sierva del prójimo en múltiples maneras: en la formación espiritual de las Hermanas; en la redacción del tratado «La pureza del corazón», pedido por un religioso; en el interceder por los condenados a muerte y para salvar la ciudad de Treia de las soldadescas mercenarias. Según el testimonio de una Hermana clarisa, en su corazón encontraba lugar toda la Iglesia de Cristo, por la cual oró y sufrió, en efecto, más allá de los defectos o las carencias de tantos eclesiásticos; la herían lasnoticiasque desde 1517 llegaban de Alemania, donde el monje agustino Martín Lutero propugnaba la separación de la Iglesia romana.
Llegada a la edad de 66 años, de los cuales 43 pasó en la intimidad del claustro, su ansia de salir de la cárcel del cuerpo para estar con Cristo, fue apagada el 31 de mayo de 1524. A causa de la peste que invadió la comarca de Camerino, su muerte aconteció en el silencio de su monasterio, donde hasta ahora reposan sus restos mortales.


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