María Jesús Soto Rangel nació en Fresnillo, Zacatecas, México. A los 14 años entró de novicia y a los 18 hizo los votos. Desde el día de Navidad de 1994 vive y trabaja en el convento de la Natividad de María de las clarisas capuchinas en Oleiros. Pertenece la congregación que durante muchos años estuvo en Panaderas. Es una monja de clausura, que nunca cruza las puertas del convento, y que esta semana celebró sus bodas de plata de vida religiosa. Me lo comentó José Carlos Alonso, el párroco de Santa Cruz y Santa Eulalia de Liáns y me animé a sumarme a una fiesta a la que nunca pensé que podría asistir, la de una monja de clausura.
Un cartel en una pronunciada curva en la carretera que une Santa Cruz y Oleiros indica el camino de entrada al convento. Es un edificio más o menos moderno, sin el encanto de los viejos conventos de piedra, pero que mantiene tradiciones como la del torno, que funciona de 10 a 1, por las mañana, y de 5 a 6.30 por las tardes. «La gente viene a pedir oraciones, que recemos por ellos o por algún familiar. También vienen novios a dejar huevos para que no llueva el día de la boda y personas con problemas que buscan alimentos. Le damos de los nuestros», comentan las hermanas. Son nueve. Tres mexicanas, tres africanas, de Kenia, y tres españolas. Me reciben con una sonrisa detrás de una verja abierta. Solo nos separa un mostrador en el que depositan unas rosquillas y unas tazas en las que sirven un ponche dulce mexicano sin alcohol. «Nos levantamos a las seis de la mañana y media hora después comenzamos con los rezos. A las 8 es la eucaristía y a las 9.30 desayunamos», relatan dos de ellas convertidas en portavoces del grupo. Durante todo el día hacen formas, bordan y planchan y cuidan del huerto y de los animales de su granja. «Nunca salimos del convento a no ser por causa de fuerza mayor como ir al médico. Llevamos una vida contemplativa», explica la granadina Sor Pilar. No escuchan la radio, ni leen el periódico, aunque hoy harán una excepción. En su televisión solo sintonizan programas religiosos o vídeos de idéntico contenido. Tienen móvil, apagado excepto emergencia, y las monjas que son de fuera utilizan el correo electrónico para comunicarse con sus familiares. La fiesta incluyó una misa oficiada por el capuchino Rosendo Pérez. Al término de la misma regalaron a todos los asistentes un rosario de alianza «como símbolo de la alianza con Cristo de María Jesús», explica el padre Alonso. También decoraron el atrio del convento con globos. Cogí dos rosquillas para el viaje de vuelta y me despedí de las hermanas antes de regresar a otro mundo.
El siglo de Elvira
Termino con otra fiesta original, la fiesta del siglo. La que celebró en su casa de Cortiñán Elvira Miramontes Rilo, que esta semana se convirtió en la primera centenaria de Bergondo y que, como les contábamos, sigue trabajando la huerta y bailando. Ayer lo celebró rodeada de toda su familia.
Pablo Portabales
La voz de Galicia.es
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